Nos disponemos a relatar la odisea que le sucedió al redactor de Té Verde, ergo a mí, el día domingo 12 de septiembre de 2010, a bordo de la Línea General Roca. Lean, reflexionen y comenten.
12 de Septiembre de 2010 - 17:20
Temperley - Buenos Aires - Argentina
Me encontraba en Temperley, del lado de la Av. Espora, yendo hacia la estación del ferrocarril del mismo nombre. Aceleré el paso, pues no quería ser víctima de la tortura que representa pifiarle por segundos al tren en un día domingo. Más, si se precisa, como precisaba yo, tomar uno de los ramales en particular: el Ezeiza.
Al llegar a la estación ví poco sorprendido que la boletería de aquel lado estaba inhabilitada, cerrada, nadie tras sus rejas esperaba con cara de pocos amigos para que le compre el boleto. Procedí entonces a subir la escalinata al puente y he aquí el momento de la difícil decisión:
"¿debería bajar las escaleras, comprar el boleto, volver a subirlas y luego bajar al andén?" Mis ganas de hacer aerobics eran nulas y además siempre está vigente la chance de perder el tren en el proceso. En pensamiento Guevarista me decidí y excusé de esta manera:
"Si estos vagos no ponen a un, un solo empleado, de este lado de la estación, una de las más importantes del recorrido, no pueden pretender que sea el usuario el voluntarioso que haga el tramo de las escaleras dos veces para pagar un boleto. Uds sigan pajerenado y yo no compro el boleto, estamos a mano. Hé dicho (o pensado)". Para mi fortuna, mientras pensaba todo esto, escucho la bocina de un tren que enfila para el andén cuatro.
"Hice bien." pensaba al bajar las escaleras boleto-less.
Viajo tranquilo en el primer vagón, el tren se aproxima a Turdera, y comencé a ver a la gente que allí esperaba mientras el mismo se deslizaba lento por los rieles del andén. Divisé a los chanchos, unos tres en total, picaboletos de horribles cortes de pelo, que subirían por la parte de atrás.
"Je, estoy salvado zopencos!" iluso fuí al pensar que ninguno subiría al primer vagón.
El ten se estacionó, abrió sus puertas y subieron nada más y nada menos que otros cuatro chanchos al primer vagón, anunciando con una sola palabra la razón por la cual Dios los trajo al mundo...
"Boletos, por favor!!!" y de vez en cuando
"Pasajes!". El líder de un grupete de gente vestida de sport pero para nada elegante anunció
"Eeee, yo me bajo. ¿Sabé lo' vino que me compro en vé' de pagar la multa? Jajaja!". Sus secuaces procedieron a bajar del tren y por evitar el pago de la penalización o la discusión con aquellos azulados mutantes del sistema, o quizás incluso por la simpática idea de aquel personaje, bajé yo también del tren.
Consulté los horarios del tren, faltaban 20 minutos para el próximo. El tiempo es oro pero no valía la multa, además la idea del
"kía" resonaba en mi cabeza, pero como no soy degustador de vinos me fuí a comprar una gaseosa y a fumar un puchito por tan lindo barrio que es Turdera. Pasado el infortuito interín, bajé las escaleras del lado de la estación de Turdera por donde el tren se dirige hacia Ezeiza y veo, nuevamente para nada sorprendido, que la boletería de aquel lado estaba cerrada.
"Já! En el tren anterior se subieron 7 chanchos, no les debe quedar ninguno..." No llegué a sentarme a esperar los pocos minutos que faltaban que ví a una mujer petisa, gorda y vestida con el ominoso uniforme de los ñoquis del Roca. Era una mujer chancho, era una chancha del Roca.
"Esta tipa en juntar los boletos de todo el tren tardará siglos, estoy seguro, esta vez llego carajo!" de iluso nuevamente fueron mis pensamientos, ya que ese personaje se encontró con otros 3 colegas para abordar la pelele tarea de cobrar las multas desde la parte trasera del tren. Enfilo ya nervioso, el tren se avecinaba, hacia la parte delantera del tren y veo nuevamente aquellos horribles peinados con uniforme azul, eran otros cuatro chanchos y la re puta madre que los re mil parió a todos los del Roca.
La historia concluye sin sobresaltos. Me subí al tren en una locación equidistante al primer y segundo contingente de chanchos y no aparecieron hasta que bajé del tren. Feliz y gratis retorno, salvo por los viáticos de aquella refrescante gaseosa.
Pero he aquí el dilema, la gran forrada de la empresa. ¿Cómo puede ser que en 2 trenes de 20 minutos de diferencia estén empleadas 15 personas, 15 PERSONAS, QUIN-CE PER-SO-NAS, para multar a quienes no portan boleto y en las estaciones sólo funciona 1 boletería de un único lado? Obviamente a UGOFE le rinde más la recaudación de los boletos de quienes se toman el trabajo de ir a pagar más las multas que cobran a los haraganes que vender sólo los boletos en ambos lados de la estación. ¿Pero a mí que mierda me importa que poronga le rinda más a UGOFE si yo lo único que quiero es ir tranquilo a mi casa? En todo caso ellos deberían ser multados por ofrecer un paupérrimo y triste servicio y por maldirigir las actividades de sus empleados. El servicio ferroviario debe ser práctico e inteligente y no un cazabobos que le da de comer a unos pantristes rechonchos que caminan los trenes al son de
"Boletos... Pasajes... Pagame la multa". Encima mediante la subvención del estado de la que somos recordados a cada boleto, y como la plata del estado es nuestra plata, tengo que soportar saber que yo también contribuyo adarles dinero para que vayana la peluquería y se hagan esos cortes de terror.
Por suerte es cuestión de ver un patrullero, pensar que uno también financia esa organización, y así se van olvidando estas pequeñeces que con su humilde furiecita hacen que hoy este post aparezca en el blog.
Ojalá se atraganten todos los chanchos con un chegusan de mila!
Te Verde & Co.
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